La influencia de la moneda estadounidense en Argentina es de relevancia indiscutible, un fetiche con impacto en la economía. Según la Real Academia Española, fetiche es un ídolo u objeto de culto al que se le atribuyen poderes sobrenaturales.
En la economía argentina bimonetaria el dólar calza perfectamente en esta definición. ¿Qué realidad de fondo oculta el billete verde disfrazado de sobrenatural? ¿Será la disputa por quién se queda con las riquezas? ¿Será bimonetaria porque a los trabajadores se les paga en pesos, mientras grandes empresas cobran en dólares?
En el fondo del fetiche del dólar se encuentra la disputa entre la economía productiva versus la economía especulativa.
¿Cuáles son las divisas genuinas?
Una frase que repiten algunos economistas es que “las exportaciones son la única fuente de divisas genuinas”. ¿Será la intencionalidad de poner al sector agroexportador como el único capaz de salvar a la economía local? Cuando se habla de exportación, el sector agroalimentario cobra un rol central por ser el principal generador de divisas. Las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) representan alrededor del 57 por ciento de las exportaciones.
Sin embargo, en los hechos, tomar deuda externa ha sido la fuente de divisas más usada por los gobiernos de derecha constituidos como alianzas del bloque antipopular.
La comercialización internacional de mercancías opera en dólares. La hegemonía del neoliberalismo logró imponer el sentido de una normalidad que se reflejó en el sistema productivo local con la imposición de una realidad basada en parámetros funcionales a empresas transnacionales. Pero, sobre todo, logrando que el sistema productivo se comporte como el financiero. Lo que anteriormente se asentaba en la fuerza de trabajo aplicada directamente o a través de máquinas sobre la tierra y la biología, hoy se asienta en la especulación. “El negocio agropecuario es financiero”, afirman algunos productores.
Dólar MEP y dólar CCL
La virtualización y digitalización de las relaciones sociales de producción potencian las mediaciones de intercambio. De este modo las operaciones del mercado se realizan virtualmente sin necesidad de que el equivalente general adopte una forma física de papel o metal, como sucedía en épocas anteriores.
También potencia su grado de influencia especulativa, en cuanto a potencialidad futura, ya sea en variantes formales o informales de la legislación vigente en cada Estado. Ya poco importa la forma, el fin sigue siendo el patrón de acumulación de riquezas.
De esta manera el dólar MEP (Mercado Electrónico de Pagos) o el dólar CCL (contado con liquidación), además de ser una mercancía de ahorro, opera sobre la economía real a través de su influencia especulativa.
Cuando se habla de dólar MEP o CCL se hace referencia a una cotización estimada que permite inferir por cuántos dólares se cambiarían los pesos, o viceversa. Consiste en tomar el último precio negociado de un activo (bono de deuda soberana) en pesos y dividirlo por el último precio negociado en dólares.
La operatoria se realiza mediante la compra de un bono en pesos (por ejemplo, el AL30), para luego venderlo en su variante en dólares (AL30D), de esta manera se obtienen dólares en el comitente financiero que el particular posee. En el caso del CCL es una operatoria similar excepto que los dólares se liquidan en el exterior. Es decir que con el MEP los dólares se mantienen en la plaza local, mientras que el CCL permite llevar el capital en dólares al exterior o repatriarlos.
Realizar esta operatoria necesita de algunos requisitos, y también tiene una serie de costos en la dolarización de capitales, como comisiones y derechos de mercado. Por lo que su fin es estimativo y de referencia que lo que implica la operatoria real. Por más que los operadores financieros lo publiciten como una operación sencilla a la que puede acceder cualquiera. primero hay que tener el dinero en moneda local disponible para realizar el ahorro, y segundo pagar los costos operativos.
Costos y precios dolarizados
En la economía real el impacto de esos dolares se realiza en el mercado. El precio de los alimentos producidos y consumidos en Argentina cotiza en el extranjero.
Al sistema de producción agroalimentario lo controlan grandes grupos económicos trasnacionales a través de tres eslabones estratégicos: el tecnológico, el comercial y el financiero. En segundo término, se encuentran los dueños de la tierra, muchos pertenecientes a la oligarquía rentista.
Algunos estudios afirman que 51 por ciento de los costos por hectárea de soja están dolarizados mientras que el restante 49 por ciento están pesificados. Pero “si se considera el costo de la tierra dentro del esquema de costos, los costos dolarizados en una hectárea de soja pasan a representar el 64 por ciento” (“Índice FADA: Participación del Estado en la renta agrícola”, Río Cuarto, Córdoba, marzo 2021).
Es decir que la tierra es un costo dolarizado del 13 por ciento. ¿Por qué? ¿Acaso la tierra está ubicada en Estados Unidos? ¿Cuál es el factor o la causa para dolarizar el costo de la tierra? Parte de las respuestas la tiene que dar los dueños de la tierra.
El trabajo “Encuesta sectorial lechera del INTA. Resultados del ejercicio productivo 2018-2019”, realizado por el equipo de la Estación Experimental Agropecuaria Rafaela del INTA, muestra que el 32 por ciento de los alquileres para tambos se realiza en valor soja, a un promedio de 9,5 quintales/hectárea/año.
Al igual que otros alquileres de campos para otros sistemas productivos, en este punto los dólares financieras operan. Ya que no sólo impacta la pizarra de Chicago, sino también la cotización de un equivalente general que sólo favorece a quienes especulan.
La estructura productiva
Aún no ha cambiado el sistema de producción. Esto hace que, a pesar de encontrar nuevas formas de apropiación de las riquezas, sin producción y trabajo, y sin intercambio y consumo, el sistema no funciona. Por eso, en Argentina de 2021, los productores continúan siendo fundamentales. Son los responsables de una producción de agroalimentos de:
* Alrededor de 150 millones de toneladas de cereales y oleaginosas.
* Casi 7 millones de toneladas de carnes (3 millones de toneladas de carne vacuna, 779.000 toneladas de pescado de captura marítima, 650.000 toneladas de carne porcina, 2,2 millones de toneladas de carne aviar, 61.000 toneladas de carne ovina).
* 13.175 millones de huevos.
* Más 10 mil millones de litros de leche (en 2015 se superaron los 11.500 millones).
* 317.000 toneladas de yerba mate.
* 1,5 millones de toneladas de azúcar blanco.
* Más de 3,5 millones de toneladas de frutas (1,6 millones de toneladas de limones, 1,0 millón de toneladas de naranjas, 450.000 toneladas de mandarinas, 100.000 toneladas de pomelos, 145.000 toneladas de ciruelas, 240.000 toneladas de durazno, 88.000 toneladas de uvas pasas y frescas de mesa).
* 13 millones de hectolitros de vinos, 5,5 millones de hectolitros de mosto y 3,7 millones de toneladas de cebada cervecera.
* 356.000 toneladas de aceitunas, de las cuales 90,000 son para consumo y 266.000 para producir aceite de oliva.
* De 8 a 10 millones de toneladas hortícolas (papa, tomate, cebolla, batata, zapallo, zanahoria, lechuga, poroto, ajo, acelga, zapallito).
Del total de esta producción, se necesita para alimentar a toda la población argentina alrededor de 41,6 millones de toneladas de alimentos y 9221 millones de litros de leche al año.
Este cálculo es tomando como parámetros las necesidades nutricionales sugeridas por OMS y FAO para casi 45 millones de argentinos. O sea, se puede alimentar toda la población argentina y sobra para exportar. Solo hay que centrar la economía en la mujer y el hombre, no en los negocios, y otorgar el rol social que los alimentos tienen por sobre su rol de mercancía.
Entonces, ¿el dólar es un ser sobrenatural con el poder de definir el valor de las mercancías? O más bien son los dueños del dólar los verdaderos culpables de que la normalidad sea con tanta miseria donde se producen millones de toneladas de alimentos.
Fuente: Página 12