Más allá de cierta desaceleración en el 2° semestre, 2021 cerraría en la zona de 45%-50%. Con ajustes pendientes, proyectan un verano movido y un 2022 con números similares.
Los datos más recientes de inflación muestran que la desinflación del segundo semestre sería muy moderada, señala un informe de Delphos.
Con varias anclas operativas y cepos por doquier, la vara del “éxito” para el Gobierno será saber que la inflación logrará perforar el piso del 3% mensual y que continúe la tendencia descendente tras el 4,8% de marzo. Consciente de que la inflación no iba a recorrer el camino imaginado, en el Gobierno empezaron a trabajar sobre la otra variable de la ecuación: los ingresos. Con ese cóctel, en la previa electoral podría haber cierto alivio en los bolsillos.
Inflación: inercia mata anclas
Desde octubre de 2020, la inflación no baja del 3% mensual, una seguidilla no vista desde 1990. En junio, quedó ahí nomás, en 3,2%. Más allá de esa vara política y electoral, son números muy altos que muestran una inercia inflacionaria robusta. La “inflación núcleo” fue 3,6% en junio y 54,5% interanual.
“En un mes donde todas las anclas de la economía funcionaron a pleno no se logró desacelerar por debajo del 3%. Salarios y actividad anémica, tipo de cambio oficial moviéndose a un ritmo por debajo del 20% anualizado, tipo de cambio libre aún tranquilo, tarifas congeladas y una política fiscal y monetaria con sesgo contractivo no fueron suficiente”, señaló LCG.
“El combo de una mayor emisión de pesos para financiar al Tesoro, la reapertura de paritarias y la alicaída demanda de dinero podría ser el golpe de gracia a la estrategia oficial para frenar la suba de la canasta básica antes de las elecciones”, advierte GMA Capital.
El consenso del REM muestra una escalerita descendente hasta una tasa de 2,6% en noviembre, que se revertiría desde diciembre, cuando volvería a 3,2%. Sin embargo, es un escenario muy dinámico. La brecha cambiaria ha vuelto a escalar, las paritarias se están reabriendo, vienen meses de alta emisión monetaria y los aumentos en los precios regulados, si bien se descuenta que serán bajos, son casi imposibles de prever, como ocurrió la semana pasada con las “telcos”.
“Para el segundo semestre, sin aumentos de tarifas y un dólar oficial avanzando 1% mensual, esperamos que la inflación baje a una velocidad crucero del 2,9% y cierre 2021 en 48%”, dijo el último informe de FMyA. Hay riesgos de que sea mayor, agregó el trabajo. El riesgo es la emisión monetaria. Según la consultora, la emisión para auxiliar al Tesoro en la segunda mitad de 2021 será de $1 billón (2,5% del PIB).
Otro tema que ganará notoriedad son los pasivos remunerados. El stock de Leliq, hoy en 10,4% del PIB, terminará en 11,1% del PIB. Un nivel históricamente alto.
Inflación después de las urnas
“Hay consenso entre los analistas económicos y financieros de que, hasta el 14 de noviembre, día en el que se celebrarán las elecciones legislativas, tanto la cotización del tipo de cambio oficial como las tarifas de los servicios públicos se usarán como anclas para contener la inflación. Sin embargo, una vez que la ‘estación’ electoral concluya, el inicio del verano probablemente traerá un reseteo de esas variables que permita recuperar la competitividad cambiara perdida y reduzca la presión que ejercen los subsidios energéticos sobre las cuentas fiscales”, señaló un informe de Econviews.
La primera amarra que deberá soltarse tras las elecciones será la del dólar. El tipo de cambio real bilateral con EE.UU. hoy es 6,3% más bajo que el de diciembre 2020 pero, en los próximos meses, con un deslizamiento cercano a 1% y con una inflación de casi 3% mensual, la competitividad se erosionará en otro 5% por lo menos.
“Será necesario más temprano que tarde darle más aire al dólar. Pensamos que esto es necesario porque mantener un tipo de cambio relativamente alto permitiría, por un lado, recomponer las reservas, que entre intervenciones y pagos de deuda perderán US$ 1.500 millones en el segundo semestre. Es decir, que de los US$ 3.500 millones que el BCRA sumó en los primeros seis meses del año, se quedará con US$ 2.000, terminando con un stock total de poco menos de US$ 41.000 millones en diciembre”, dice Econviews.
Por otro lado, agrega, un tipo de cambio más competitivo mejora la solvencia fiscal, ya que aumenta, en términos relativos, los ingresos vía transables (retenciones) mientras que reduce los gastos vía no transables (bienes y servicios).
“Por eso proyectamos, de mínima, que durante el próximo verano, momento históricamente elegido para las correcciones cambiarias, volveremos a un nivel que se equipara con el promedio histórico de la posconvertibilidad. Una corrección que, en todo caso, es mucho menor que la que se hizo en 2014 por ejemplo, cuando una depreciación de 22% sacó al bilateral de un nivel que estaba por debajo del último mes del 1 a 1”, agrega el trabajo de la consultora que capitanea Miguel Kiguel.
Además, hay vencimientos en dólares en ascenso en el horizonte. Hasta marzo del año que viene se necesitarán desembolsar casi US$ 12.000 millones entre el Club de París y el FMI y no se sabe qué tipo de cosecha gruesa habrá. ¿Será salvadora, como la de 2021 o más bien amarreta?
La otra corrección que probablemente se avecine será la tarifaria. Quedó lejos en el camino la intención del ministro de Economía, Martín Guzmán, de mantener, en porcentaje del PIB, el gasto en subsidios del 2020 (cerca de 2,5% del PIB) en el 2021. También quedó trunco su intento de tener dos aumentos en las tarifas de la energía para poder evitar una aceleración en las erogaciones de cara a un segundo semestre que tendrá muchos requerimientos fiscales varios.
“Todo lo contrario, hasta se implementó una extensión de los subsidios al gas de red por concepto de las llamadas ‘zonas frías’. Mientras tanto, el diferencial entre el costo y el precio de la electricidad tiene una brecha del 174%. Es el aumento que deberían reflejar las facturas para poder cubrir el costo total. A medida que pasen los meses esta brecha crecerá, presionando cada vez más sobre las cuentas fiscales”, señala Econviews.
La necesidad de ajustar precios relativos y cerrar el programa con el FMI augura un verano intenso para el Gobierno, y para Guzmán en particular. El resultado de las elecciones y el análisis que se haga sobre las mismas será el otro ingrediente.
Por cierto, hay varias combinaciones posibles, pero parece haber cierto consenso en que la inflación seguirá en la zona de 50%. No se avizoran drivers a la baja. A la luz de ese panorama futuro, desde Econviews retocaron sus pronósticos de inflación para 2021 y 2022.
“Esperamos que en diciembre el IPC marque un aumento de 49% interanual, desde el 46% que habíamos mantenido esperando que el ancla cambiaria y tarifaria pueda reducir la inercia, que hoy por hoy está dificultando y mucho que pueda perforarse el piso de 3% mensual. Mientras que para diciembre 2022, tomando en cuenta la corrección cambiaria y la de las facturas de los servicios públicos, pasamos a proyectar una inflación de 48% interanual”, señaló Econviews. El último REM del BCRA proyecta 42% para 2022.
Fuente: El Economista – www.eleconomista.com.ar