La cotización de la criptomoneda decreció 80% y empujó a la baja a otras divisas digitales. Las consecuencias del “abandono” de quienes mantienen la red.
Hace apenas un año, el 18 de diciembre de 2017, el Bitcoin marcaba su máxima cotización histórica, cercana a los 20.000 dólares.
Hoy lunes, su precio se desplomó a u$s3.400, por lo que en este lapso ha perdido el 80%. Este derrumbe implica, en términos de capitalización de mercado, que se “evaporaron” unos u$s700.000 millones.
Pero el Bitcoin no es el único que ha experimentado esta caída. Tampoco es el más afectado, ya que el Ethereum ha descendido más del 90% desde su récord de u$s1.393 hasta los u$s108 actuales. Lo mismo sucedió con el Litecoin, que pasó de u$s302 hasta los 31 dólares.
Semejante colapso no solo afecta a los inversores, sino que también provoca un profundo efecto negativo sobre la “minería” de criptomonedas. Es decir, sobre aquellas empresas o personas que intentan resolver cálculos complejos para generar las distintas monedas digitales a cambio de una recompensa.
“Esta abrupta reducción de la actividad afecta a todos por igual”, afirman desde Autonomous Research Fundstrat Global Advisors. Y agregan que ello lleva a “una consolidación del mercado, pues al menos 100.000 mineros individuales han cerrado recientemente”.
Como consecuencia de ello, se estima que alrededor de un millón y medio de servidores han sido desconectados desde principios de septiembre a la fecha.
Es que, para desazón de muchos, quienes logran sobrevivir bajo las condiciones adversas que provoca este nuevo escenario son aquellos grandes jugadores con modelos de negocio muy específicos y costos de electricidad extremadamente bajos.
Según los analistas, la mayoría sólo son rentables cuando la criptomoneda líder cotiza por encima de los 4.500 dólares. Y no ha superado ese nivel desde el 19 de noviembre.
“El Bitcoin tendría que volver a subir considerablemente de precio para que la minería vuelva a autofinanciarse, como ha sido durante la mayor parte de su historia”, afirman desde Fundstrat, un centro de investigación de mercados con sede en Nueva York.
Si bien este proceso de consolidación podría ser considerado como natural en un mercado tan expandido a lo largo de todo el mundo, la contracara es que atañe un riesgo para los inversores y otras personas con derechos adquiridos en la red.
“Con menos empresas controlando la minería, hay una mayor probabilidad de que varios puedan unirse para ejecutar lo que se llama un ataque al 51%”, apunta Ryan Selkis, cofundador de la firma Messari.
“Con una maniobra de esas características, los mineros pueden revertir transacciones y detener las nuevas, lo que les puede hacer huir, potencialmente, con el dinero de miles de personas”, advierten.
En tal sentido, toman como referencia cercana lo sucedido con cadenas de bloques que admiten monedas mucho más pequeñas, como Bitcoin Gold y ZenCash, que ya han sufrido este tipo de ataque.
Mike Kayamori, CEO de la firma japonesa de tecnología y operadora criptomonedas Quoine, sostiene: “Si hay suficientes mineros que quiebran, eso significa que el equilibrio está cerca. Cuando se observa cómo los mercados se desbordan, tanto hacia arriba como hacia abajo, se puede decir que está cerca del fondo”.
“Estamos entrando en la fase en la que se está produciendo una purga del mercado”, dijo Malachi Salcido, titular de Salcido Enterprises, con sede en Washington, una de las mineras más grandes de EE.UU., con 22 megavatios de potencia desplegada y 20 megavatios más en construcción.
Salcido sostiene que “solo unos pocos elegidos pueden permanecer en el juego: jugadores con escala, modelos de negocios muy específicos y costos de electricidad extremadamente bajos”.
A modo de ejemplo, agrega que “los márgenes antes de gastos cayeron desde alrededor del 40%, a menos de 20% durante la baja”.
En forma simultánea al cierre masivo de centros de minería, aparece otro claro indicio sobre los problemas que enfrenta el sector: muchas compañías se están achicando para recortar los costos de energía, en pos de alcanzar un equilibrio en sus cuentas.
Esta situación está afectando sobre todo a aquellos que no tienen equipamiento ni instalaciones propias y dependen de otros que “las custodian”, pero la situación es problemática en ambos lados del mostrador.
A raíz del endurecimiento de las condiciones, algunos equipos que eran muy buscados en pleno auge del mercado se están vendiendo de segunda mano para reciclarlos. Pero con los actuales costos de explotación y producción, advierten que es mejor desconectarlos si el precio llega a los u$s3.800, una cifra no muy lejana de la actual.
Sobre este punto, Mao Shixing, fundador de F2Pool, indica que los mineros con dispositivos más antiguos están optando por vender sus equipos y recuperar en alguna medida la inversión originalmente realizada.
Otras razones citadas por el administrador de F2Pools son la existencia de nuevos equipos más potentes en el mercado, lo que ha llevado a la desactivación de los más antiguos por no ser lo suficientemente competitivos. Pero esto se ha agravado tras la caída del Bitcoin, aspecto que afecta a las “granjas” que operan con dispositivos de los años 2016 y 2017.
Según explica Dovey Wan, cofundadora de Primitive Ventures, “muchos mineros están trabajando a pérdida con los actuales precios, y ahora es más económico desconectarlos y sacarlos del rack para reducir el costo en electricidad y los gastos operativos”.
“Algunos propietarios de los centros más importantes aseguran que han estado operando a pérdida durante los últimos tres meses”, explica. La situación no parece fácil en un mercado que tiene poco que ver con el optimismo que se vivía hace un año.
En este contexto claramente contractivo, es cada vez más evidente la escasa rentabilidad que ofrecen los “fierros” fabricados entre 2016-2017, más allá del ya mencionado aumento de los costos de la energía eléctrica en China.
Un informe publicado por la granja de servidores china F2Pool indica que entre 600.000 y 800.000 mineros han dejado de operar sus dispositivos en las dos últimas semanas de noviembre, lo que llamó la atención de la comunidad por las implicancias que esto podría tener para el funcionamiento de la red.
La contracara
Una de las formas de medir la velocidad de procesamiento y, por lo tanto. el costo asociado, es la “tasa de hash”. Se trata de una unidad de medida de la potencia de la red Bitcoin y se expresa en términos de segundos.
A manera de ejemplo, cuando la red alcanza una tasa de 10 TH/s significa que se pueden resolver 10 billones de cálculos por segundo. Cuanto más baja es, mejora la eficiencia global. Sobre este punto, el portal Blockchain.info proporcionó algunos datos interesantes sobre este nivel y el grado de congestión.
Los datos reflejados indican que el poder de hash decreció de 47 millones a 41 millones TH/s, registrándose esta abrupta caída entre el 10 y el 24 de noviembre, representando un descenso del 13%.
Al respecto, Shixing explicó que esto se debía a que muchos de los operadores que dejaron de operar hacían uso de modelos más antiguos para la actividad.
Con la llamada tasa de “hash” –o la potencia de procesamiento en la red de Bitcoin– un 36% por debajo de su máximo histórico en agosto, la dificultad para resolver problemas disminuyó 10%.
Esto permite que sea más fácil para las plataformas de minería restantes obtener Bitcoins como recompensa por su aporte a la red.
Sobre este mismo tema, el analista senior de eToro, Mati Greenspan, concluye que “la tasa de hash de Bitcoin ha caído a su nivel más bajo desde agosto de este año”. Y que todo puede empeorar aún más.
Fuente: iProUp