Nota del Diario El País
Sabemos que los cerebros humanos han estado cambiando, adaptándose y desarrollándose durante siglos en respuesta a estímulos externos. Y hoy en día, continúan haciéndolo. Pero, ¿cómo y en qué medida podrían llegar a moldearse si los sometemos desde que nacemos a la tecnología? Los videojuegos en 4D, la realidad virtual, internet o las redes sociales son el pan de cada día de la mayoría de nosotros. Sobre todo para los jóvenes, nativos digitales, que no han conocido el mundo sin las conexiones tecnológicas.
Pero más que impactar en nuestro cerebro, las nuevas tecnologías están alterando nuestra identidad humana. Son muchas las investigaciones recientes las que alertan sobre los peligros del uso excesivo de la tecnología o cómo afecta directamente al aprendizaje y al sueño. ¿Debemos adaptar y reeducar a nuestro cerebro para evitar someternos a las consecuencias nocivas? Lo que está claro es que quizás debamos replantearnos el uso y poder que le concedemos a todos los canales tecnológicos que tenemos a nuestro alcance.
- El cerebro, un órgano extremadamente moldeable
Una investigación realizada entre más de 30 instituciones médico-científicas, comprobaron lo maleable que puede llegar a ser nuestro cerebro. El informe revisó el papel de la plasticidad de este órgano y la generación de nuevas proteínas relacionadas con la flexibilidad cuando se producen cambios drásticos neuronales. Comprobaron que su gran maleabilidad le permite adaptarse continuamente a los cambios constantes del entorno. Por ejemplo, las personas con sordera adquirida procesan el tacto y la visión de forma diferente: el cerebro se adapta al cambio y usa parte de su corteza auditiva para procesar el sentido del tacto.
- Interfaces cerebro-máquina
Una interfaz cerebro-computadora es un dispositivo que permite establecer una comunicación entre nuestra mente y el mundo externo sin la ayuda de los nervios periféricos o de la actividad motora: utiliza la actividad eléctrica del cerebro. Y este es uno de los mayores ejemplos de evolución tecnológica. Un avance que, aunque aún se encuentra en proceso de investigación, va a tener muchas posibilidades de aplicación. “Esta tecnología permite registrar y procesar ondas cerebrales en tiempo real y traducirlas en una acción en el mundo exterior”, según Facundo Manes, neurólogo y autor del libro El cerebro del futuro. “Interpreta y traslada la actividad eléctrica neuronal a un dispositivo o prótesis que se estimula para generar comandos motores. De esta manera, las interfaces cerebro-computadora tienen el potencial de devolver el movimiento a personas que han sufrido una parálisis”, comenta.
- Chips para dotar con nuevas habilidades a los humanos
La mayoría de los interfaces cerebro-máquina tienen enfoques terapéuticos. Sin embargo, puede que en un futuro se utilicen con el objetivo de potenciar el funcionamiento cerebral en personas sanas. “En teoría, es posible potenciar funciones sensoriales o cognitivas a través de implantes cerebrales o dispositivos externos. Esto ha llevado a imaginar la oportunidad de dotar a los humanos con habilidades antes impensables, como tener memoria ilimitada, percibir más colores y tener visión nocturna, que nos hagan entran en una era posthumana de superinteligencia”, explica Manes. Todo esto es posible gracias a los avances en nanotecnología, la biotecnología, la neurociencia y las TIC. “Por eso, se dice que esta interfaz cerebro-máquina es una posible puerta de entrada a una revolución en la que se fusiona el cuerpo humano con dispositivos artificiales”, añade.
- Emociones positivas y estado de flow
Nuestras relaciones afectivas, sanas y de calidad nos ayudan a vivir más, mejor y a ser más felices. Gracias a la ciencia hoy conocemos la importancia de los lazos positivos y duraderos en nuestro bienestar, ya que se ha demostrado que ayudan a proteger el cerebro y afectan las funciones psicológicas, fisiológicas y de comportamiento. Investigaciones recientes han demostrado que cuando tenemos cerca a nuestros seres queridos se registra menor actividad en áreas neurales asociadas al procesamiento del peligro y somos menos propensos a activar respuestas corporales frente al estrés.
Para Josep Calbet, neuropsicólogo de Neuroquotient, cuando el cerebro obtiene un sentimiento total de motivación que hace que una persona se implique al máximo en la tarea que está realizando, se dice que está fluyendo. “Empatizar con los demás, generar conocimientos y aprendizaje y disfrutar del momento al generar ideas en un entorno laboral son algunos de los ciclos continuos de recompensa del cerebro que le impulsan hacia el siguiente ciclo”, expone Calbet. Así, cuando el cerebro fluye es más fácil que pase satisfactoriamente a la siguiente tarea, sin bloqueos que le impidan avanzar en la consecución de los objetivos que se ha marcado una persona.
Fuente: www.elpais.com