La economía frente a una curva muy cerrada: ¿fin de ciclo?

El presidente Trump parece tener en su poder el as en la manga. Pero entenderá el juego, se preguntan los analistas. Es imperioso firmar la pipa de la paz en la guerra comercial con China, y no pelear con la UE.

¿Será que los bonos siempre tuvieron la visión más acertada? Cuando Wall Street clavó sus últimos récords en septiembre, o cuando se precipitó al filo del mercado bear hacia fin de año, o después, cuando volvió a escalar con la paciencia cómplice de la Fed de Jay Powell. La curva de rendimientos nunca se mareó. Se aplanó y se mantuvo así todo 2018 en señal de escepticismo tenaz sobre la salud del ciclo. No compró la voz de aliento. No lo hizo el miércoles tras que la fed tachara las subas de tasas agendadas para 2019. Cuando la limosna es grande, los bonos desconfían.

¿Qué saben Powell & Cía que las bolsas ignoran? Nada que la curva no haya rumiado primero. Una andanada de indicadores decepcionantes – las encuestas PMI de la industria manufacturera en Europa, Japón y Estados Unidos – reforzó la tesis de una hibernación en marcha, ya no temporal sino enraizada. ¿Nos comimos la curva sin percatarnos de un giro tan cerrado? ¿Nos atropella una recesión? ¿Podremos esquivarla, o ya es demasiado tarde? Ver a las letras del Tesoro a tres meses rendir más que los bonos a diez años es un pésimo augurio aunque, fugaz, el fenómeno se corrigió por la tarde. No se conoce mejor predictor de una recesión (a un año vista) que una curva que se invierte y se sostiene así por un tiempo.

Tres meses atrás, el BCE dejó de comprar bonos. A comienzos de marzo, sin embargo, Mario Draghi dio un volantazo brusco, recortó las proyecciones de crecimiento e inflación, barrió todo atisbo de suba de tasas y reabrió los pases de largo plazo para que presten los bancos. ¿Vio venir esta sequía de la actividad? Porque fue leer el informe PMI alemán y observar a los rindes de los bunds de diez años derrumbarse otra vez bajo cero (como no sucedía desde 2016). ¿Volver al futuro? La producción industrial de la eurozona cayó a su nivel más bajo de los últimos 71 meses. Gracias al sostén de los servicios, la economía todavía crece, aprox. 0,2%; sin visos de mejoría en marzo. ¿Se durmió Draghi al timón? De empeorar, y no mucho, la recesión europea será una realidad (si no lo es ya).

¿Qué decir de la Fed de Powell, que en octubre advertía un recalentamiento y la voluntad de empujar las tasas más allá del umbral de la neutralidad; y que en diciembre ejecutó un aumento contante y sonante? Se sabe, la Fed no esperó que terminara 2018 para recalcular, y cambió su discurso – el “forward guidance” – en una baldosa. Le alcanzó para detener la implosión de los mercados de capitales, y promover un rally contundente que los sacó de la zozobra. Las acciones treparon casi 12% en lo que va del año, pero las tasas de 10 años no acompañaron, y recortaron ya un cuarto de punto. Se sitúan en 2,44% , por debajo inclusive del “techo” – 2,50% – del rango de los fed funds (a 24 horas).

¿Quién tendrá la razón? A favor de Powell puede acotarse que el informe PMI no sugiere una recesión en los EE.UU. – es compatible con una velocidad de crucero de la economía de 2% – sino una desaceleración. Y que la relación de la tasa de 10 años con la de 2 años tampoco marca una inversión. La pendiente mantiene un aire positivo de 10 puntos base. Siempre que hubo contracción ese colchón desapareció (y se revirtió) de manera nítida y contundente. La curva es de lectura fácil: podrá arrojar dudas sobre la calidad de su predicción pero no sobre el hecho en sí de haberse invertido o no. Un eclipse fugaz es aquí sólo una anécdota; de ninguna manera, un gatillo.

¿Es posible torcer el destino sombrío? ¿Qué tarea deberían afrontar los bancos centrales? La decisión más importante, en verdad, la debería tomar la Casa Blanca. La recesión global que ya comenzó es de bienes transables, anida en la industria manufacturera, está liderada por la caída de las nuevas órdenes de exportación (y el freno precautorio de la inversión).¡Es el comercio, estúpido!, diría James Carville. El presidente Trump ve la paja en el ojo de Powell, pero sostiene la viga que obstruye la marcha de la economía internacional. Ya es hora de cerrar la disputa comercial con China – y de no querer reabrirla por la industria automotriz (y la agricultura) con Europa. Todavía se está a tiempo.

Fuente: Ambito.com


Seguí leyendo