No más ajuste: el mensaje económico de las PASO

El plan económico del oficialismo, basado en el acuerdo con el organismo financiero, fue vetado en las urnas. El Gobierno deberá analizar un cambio radical (¿nombres?) si quiere llegar con chances a octubre.

Algo quedó en claro ayer: la sociedad argentina ya no está dispuesta a apuntalar el plan de ajuste que está aplicando el Gobierno de Mauricio Macri, al menos como está hoy en vigencia. El mensaje que se intentó transmitir de apoyar al macrismo en las PASO que cerraron ayer, aun con números macroeconómicos en contra, ante la confianza de que lo que vendrá en 2020 será mejor que lo vivido en estos tres años y medio; ya no tiene vida. Y también quedó claro que hacia adelante tendrá que venir un cambio radical en el plan económico del oficialismo si Mauricio Macri quiere llegar con vida electoral a octubre. El grave problema para que esto sea posible es que cualquier desvío, especialmente en lo fiscal, está absolutamente vedado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que sólo le permitirá al Gobierno sostener el acuerdo firmado en septiembre pasado con algún desvío de no más del 1% de déficit fiscal primario.

El mensaje económico de ayer quedó claro en los resultados de los centros urbanos del país, especialmente en las ciudades más importantes de la provincia de Buenos Aires, que le dieron la espalda al oficialismo. Es allí donde la crisis pegó en la línea de flotación, en algunos casos al límite mismo de la supervivencia. Y queda claro que en estos centros ningún mensaje de la clase política del oficialismo o desde los mercados financieros puede llegar a torcer el resultado de ayer. Hacia adelante, sólo una mejora clara en la economía real y alguna señal seria de recuperación podría torcer el rumbo. Para peor, parecería que los argumentos sobre la supervivencia de la República como alternativa de convencimiento para que estos centros voten a Macri contra Fernández ya no dan resultados.

Deberá tomar nota el Gobierno de que los resultados que deberá defender hasta octubre son lapidarios. La inflación promedio anual pasó del 27% hasta 2015 al 57% (en el mejor de los casos). La pobreza (según la medición de la UCA) pasó de 30% a más de 35%, con una indigencia que pasó del 4,5% al 8%. La tasa de interés de diciembre de 2015 se ubicaba en 38%, mientras que el viernes cerró a 63% y, se teme, podría romper nuevos récords. El salario mínimo estaba en 580 dólares, mientras que hasta julio se ubicó en 279 dólares. En 2015 pagaban Impuesto a las Ganancias 1.175.000 trabajadores en relación de dependencia, mientras que ahora se espera que la cifra trepe a 2,2 millones de personas en agosto. Macri habrá gobernado con tres años de caída en la economía con uno sólo de crecimiento, y entregando niveles de producción industrial inferiores a los recibidos en 2015, incluyendo situaciones dramáticas en los sectores automotriz, textil, lácteos y construcción.

Un muy mal momento que vivirá el Gobierno en semanas será cuando en Buenos Aires vuelvan a aterrizar los enviados del FMI para la tercera fiscalización de 2019 la que, por lejos, será la más importante del año. Los visitantes comandados por el italiano Ricardo Cardarelli pondrá esta semana fecha de regreso al país en una misión que debería estar en la Argentina entre la última semana de agosto y la primera quincena de septiembre. El Gobierno de Mauricio Macri no tendría problemas en cumplir con las metas firmadas en septiembre del año pasado, especialmente en la búsqueda del equilibrio fiscal, el sostenimiento del superávit comercial y en un indicador que desde Washington se considera clave: que la recaudación se ubique rápidamente en el mismo nivel de crecimiento que la inflación. El problema de la visita de Cardarelli vendrá desde otros costados. El italiano ahora tiene como jefe al norteamericano David Lipton, ya no está en Washington Christine Lagarde y aún no se sabe cómo piensa su casi segura contrincante, Kristalina Gerogieva. Será cuando haya que hacer el balance del permiso de utilización de los u$s9.000 millones para contener la divisa, una fórmula para la que presionó personalmente Donald Trump (a través de su secretario de Tesoro, Steven Mnuchin) y que Lipton nunca quiso, pero que sostendrá hasta el final del mandato de Macri.

El problema será cuando la marcha de esta parte del acuerdo tenga que ser discutida con los economistas que acompañan a Alberto Fernández, o con el principal candidato de la oposición en vivo y en directo. Fernández ya había hecho pública su queja por esta “ayuda”. “Cuénteme, y sabiendo que ustedes tienen sus obligaciones políticas, ¿cómo fue que se aprobó el último acuerdo, donde se está violando el acta constitutiva del FMI? ¿Cómo le dieron un préstamo semejante a Macri en estas condiciones?”, le había dicho el ahora candidato oficial el 27 de junio pasado al director gerente para el Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, en la visita del mexicano a Buenos Aires. Esas palabras, que en aquel momento pasaron como una queja oral y pública sin mayor trascendencia, ahora tendrían la fuerza de un puñal en medio de una campaña donde el oficialismo vendrá remando de atrás y dando explicaciones diarias sobre sus pasos. Especialmente económicos. El otro problema importante de los enviados de Washington en Buenos Aires serán los cuestionamientos que el FMI pueda hacer a las medidas que el Gobierno pueda estar pensando para repuntar las PASO antes de octubre. Hubo quien pensó en el oficialismo de algún tipo de mejora en el Impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría, mayores liquidaciones a los jubilados y expansiones de gasto fiscal en genera, todas decisiones que tendrían el veto explícito desde Washington aún antes de exponerse. Será hoy el momento de ver hacia atrás y entender dónde comenzó la verdadera caída. Y la imagen del 28-D estará presente.

Fuente: Ambito.com


Seguí leyendo