Coyuntura económica en debate: claves feministas para leer los últimos datos del INDEC

Por Gabi Nacht*.

El trabajo no remunerado, las pautas del Fondo Monetario internacional, las políticas del gobierno y su impacto en la economía: la privatización de la vida y la profundización de la desigualdad. Las respuestas de la economía solidaria entrecruzadas con una mirada feminista.

Las desigualdades de géneros son un problema clave para pensar la justicia social y la equidad distributiva. Los más recientes datos estadísticos son contundentes: hoy en Argentina las mujeres representan casi el 70% del decil más pobre de la población1.

Este dato bastaría ya para afirmar que cualquier modelo económico que tenga vocación progresista y que quiera abordar con seriedad el problema de la distribución de la riqueza en nuestro país tiene que atender la cuestión de géneros como uno de los temas centrales, y asumirla desde hoy como perspectiva integral. Hoy. No mañana. Pues aunque habrá quien crea que se trata de un asunto secundario que podrá atenderse luego de que se resuelvan “los principales temas económicos”, lo cierto es que la cuestión de géneros está en el centro mismo del funcionamiento de la economía.

Por eso considerarla como merece nos permitiría abordar –desde la teoría y desde la acción- las raíces mismas de la desigualdad, y además nos daría buenas pistas sobre la crisis estructural revelada a nivel global desde 2008, y agravada en cada vez en más países por seguir las “recomendaciones” del Fondo Monetario Internacional2.

La división sexual del trabajo

En términos estructurales, la división sexual del trabajo es uno de los pilares de la economía. Por ella, las mujeres sostienen -de modo gratuito e invisibilizado, ni siquiera considerado como trabajo- las actividades necesarias para la más básica reproducción de la vida cotidiana. En el ámbito urbano, eso comprende desde el cuidado sanitario y alimenticio de los cuerpos, hasta el acondicionamiento del hábitat en que vivimos, pasando por la atención a niñas/os y adultos/as con necesidades especiales transitorias o permanentes, así como el sostenimiento de las necesidades humanas psicoafectivas.

Indicadores de trabajo no remunerado y precarización laboral

De acuerdo a la última encuesta nacional de uso de tiempo3, en nuestro país el 89% de las mujeres realizan trabajo no remunerado (TNR) de cuidado, en un promedio de 6 horas y media por día. Por su parte, sólo un 58% de varones lo hace, y en un promedio de 3 horas y media por día. La sobrecarga de TNR es mayor para las mujeres de más bajos ingresos, fundamentalmente por las menores posibilidades de contratar servicio de cuidado en el mercado (por ejemplo, una persona empleada en realizar tareas de limpieza doméstica o de cuidado de niñas/os). En total, puede estimarse que casi un 80% del TNR en nuestro país es sostenido por mujeres.

Y si pareciera que de un tiempo a esta parte ha crecido la cantidad de mujeres en el mercado laboral (aunque más abajo veremos, no en igualdad de condiciones), lo cierto es que no ha habido un aumento equivalente de la participación de varones en el TNR de cuidado. Esto le ha puesto un freno al crecimiento de la participación de las mujeres en el empleo remunerado.

En términos globales la OIT sostiene que en las últimas tres décadas la brecha de empleo entre varones y mujeres se “estabilizó”, es decir que no ha variado significativamente. Todo eso significa que por cada mujer con presencia en el mercado laboral -o en la vida política y social fuera de lo doméstico- hay otra mujer que está cubriendo “sus” tareas de cuidado. Esa otra mujer muchas veces es una hija, hermana, abuela, vecina que lo hace de modo no remunerado, o una mujer contratada de modo no registrado y/o con muy baja remuneración.

Esa sobrecarga de TNR es la causa de la inserción limitada, precaria e inestable de las mujeres en el mercado laboral, y por lo tanto de su menor acceso al dinero y otros recursos económicos. Las mujeres no acceden al empleo, o lo hacen en condiciones “flexibles” por tener que conciliarlo con las tareas de cuidado.

De acuerdo a los más recientes datos oficiales4, hoy el 70% de los varones participa del empleo, mientras que para las mujeres ese porcentaje es del 49%. El índice de desempleo también muestra un sesgo de género: hoy el 9,2% de los varones estén desempleados, y ese porcentaje sube al 11,2% entre las mujeres. Además, las mujeres mayoritariamente acceden al empleo en los sectores de Servicios Sociales, Salud y Educación –donde son el 70%- y de Trabajo en Casas Particulares –donde son el 95%5. Estos sectores -cuya degradación y subestimación en el conjunto de la economía se evidencia también en el bajo nivel salarial y en las condiciones de precariedad que los caracterizan- aparecen como una extensión de las tareas domésticas de cuidado.

Asimismo, a esa segregación horizontal de las mujeres en el mercado de trabajo (por sectores) se le suma la segregación vertical, por la cual las mujeres acceden con dificultad a cargos de jefatura, y están casi ausentes en los cargos de máxima jerarquía, donde las estimaciones disponibles sostienen que las mujeres rondan apenas un 4%6. En síntesis, la sobrecarga de TNR conlleva que las mujeres tengan menores posibilidades de acceder a un empleo remunerado y que cuando lo hacen, sea en peores condiciones. Esto explica la brecha de ingresos: hoy en Argentina las mujeres tienen en promedio un 27% menos de ingreso que los varones7. En cuanto a la participación en el empleo de personas trans, travestis y otras disidencias no tenemos información oficial. Allí la invisibilización es prácticamente absoluta.

Las políticas del FMI: privatizar la vida, profundizar la desigualdad

Ahora bien, sobre todo lo expuesto: ¿cómo están repercutiendo específicamente las políticas que viene llevando a cabo el Poder Ejecutivo bajo las pautas del Fondo Monetario Internacional? En primer lugar, hay un ajuste fiscal que se siente especialmente en los Servicios Públicos de Salud y Educación, de manera que el Estado se desresponsabiliza de una cantidad de situaciones que recaen privadamente sobre los hogares y dentro de ellos, sobre el trabajo gratuito de las mujeres. Por ejemplo, cuidar a un/a infante que se ha quedado sin vacante en el jardín, o lavar las sábanas de un pariente enfermo/a en el hospital. Además, las mujeres, como mayoría de trabajadoras en esos sectores también se ven afectadas.

En segundo lugar, estas políticas reducen la capacidad de consumo de los hogares. Los últimos informes oficiales marcan para el primer trimestre del año una caída interanual del 12,6% de ventas en supermercados y autoservicios mayoristas y del 22,9% en otros centros de compras8. En lo que aquí nos ocupa, esta evidente caída del consumo tiene como correlato una menor posibilidad de contratar servicios de cuidado en el mercado, afectando a las mujeres que se emplean en estos servicios, así como a las que pasan a engrosar su tiempo de TNR.

En tercer lugar, las políticas recesivas, tanto como las de flexibilización laboral y reforma previsional, impactan más fuerte en la población de más bajos ingresos y de inserción más precaria en el mercado laboral, estando en ambos casos sobrerrepresentadas las mujeres. Finalmente, la reducción de políticas sociales -que reconocen otros derechos además de los asociados al empleo registrado-, el recorte de presupuesto y el vaciamiento de políticas públicas destinadas a erradicar las violencias y la discriminación por géneros refuerzan la tendencia negativa.

Políticas conscientes

Y en esto no hay “error” ni “mala gestión”. Lo que hay es una decisión política consciente del gobierno en curso junto con los organismos de crédito internacionales de financiar –en nombre de la “competitividad”, y del “atraer inversiones”- la especulación y la fuga de capitales. Al costo de posponer los derechos y las necesidades de vida de la propia población. Aún cuando algunos personajes de su staff sepan pronunciar palabras bonitas o -en la desesperación del momento electoral- pretendan maquillar el ajuste con medidas aisladas (como la reciente moratoria previsional, cuya suspensión primera había originado un revuelo tan escandaloso que obligó a dar marcha atrás), no se puede tapar el sol con un dedo: lo que promueven estas políticas de fondo es una privatización –individuación- de la responsabilidad sobre la reproducción y sostenimiento de la vida que se monta a su vez sobre la división sexual del trabajo, reforzándola todavía más.

«Hay una decisión política consciente del gobierno en curso junto con los organismos de crédito internacionales de financiar la especulación y la fuga de capitales».

La economía solidaria

En las antípodas está la Economía Solidaria, y su permanente búsqueda de ensayar prácticas de responsabilidad social por lo común. Y está, integrado activamente por las cooperativistas, el movimiento de mujeres, lesbianas, trans y travestis que ha concretado ya –con la muy notoria capacidad de organización a escala global- tres paros internacionales, señalando la imperiosa necesidad de pensar el cuidado como un problema económico, y de revisar la organización social del cuidado que hoy sobrecarga las espaldas de las mujeres con la responsabilidad de sostener la vida en un contexto global donde la vida es cada vez menos sostenible.

Asumir una mirada feminista de la economía

Por todo lo referido es necesario asumir una mirada feminista de la economía, incorporar los indicadores de géneros en los análisis de coyuntura y construir sobre la economía de cuidados y la esfera de la reproducción más indicadores que nos permitan buenos análisis y mejores políticas. Mientras se subestime la perspectiva de géneros y así se postergue la consideración de las actividades de reproducción y sostenimiento cotidiano de la vida, no podrá resolverse la urgencia económica. Mientras la mirada dominante –patriarcal- de la economía se coloque como la verdadera panorámica, única apta para señalar “objetivamente” aciertos y desvíos, y para enunciar la verdadera voluntad general, no habrá mejoras sustantivas. Lo que demuestran los enfoques feministas de la economía son no sólo las injusticias que por condiciones de género padecen mujeres, lesbianas, trans y travestis, sino además la necesidad de considerar prioritariamente -para cualquier programa de desarrollo económico sostenible- la sostenibilidad de la vida misma.

*Docente e investigadora del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”

1- INDEC, Evolución de la distribución del ingreso (EPH), 1ºtrim2019.

2- ONU Asamblea, 18-jul-2018, A/73/179, “Informe del Experto Independiente sobre las consecuencias de la deuda externa y las obligaciones financieras internacionales conexas de los Estados…”.

3- INDEC, Encuesta Nacional de Uso de Tiempo, 2013. La ausencia de datos de 2013 a esta parte es un dato en sí mismo sobre la invisibilización del problema.

4- INDEC, Mercado de trabajo. Tasas e indicadores socioeconómicos (EPH), 1ºtrim2019.

5- Ministerio de Trabajo (2018) “Mujeres en el mercado de trabajo argentino”.

6- Glue Consulting (2017) para Argentina. Red de Género y Comercio (2019) para Latinoamérica y el Caribe.

7- INDEC, Evolución de la distribución del ingreso (EPH), 1ºtrim2019.

8- INDEC, Encuesta de supermercados y autoservicios mayoristas, abril2019, y Encuesta de centros de compras, abril2019.

Fuente: ANSOL


Seguí leyendo