Confinamiento: salir del pánico para pasar a gente cuidándose

Recientemente, el Indec público los datos de mercado laboral correspondientes al cuarto trimestre de 2019. La noticia pasó desapercibida porque luego de la vorágine que se desató en marzo, producto del pánico por el coronavirus, lo que pasó hace tres meses se convirtió en historia antigua. Pero conviene hacer un repaso de lo que venía sucediendo antes de la decisión del confinamiento.

Según los datos del Indec, en el cuarto trimestre de 2019, la Población Económicamente Activa (PEA) pasó de 46,5% en el mismo período del 2018 a 47,2% de la población urbana. Esto significa un aumento de personas que se incorporaron al mercado laboral de aproximadamente 450.000. De éstos, prácticamente todos se incorporaron en una ocupación. Por eso, la tasa de desempleo no subió (de hecho tuvo una leve baja de 9,1% a 8,9% entre el último trimestre del 2018 y del 2019).

Con la crisis que azotó el país en el 2019, el lector con justicia se preguntará dónde ocurrió semejante aumento del empleo. Ocurrió en el 80% de los casos en el cuentapropismo, es decir, gente que salió al mercado de trabajo a autoemplearse. El resto fue aumento del empleo asalariado informal. Es decir, que si ya en la estructura del mercado laboral argentino sólo la mitad son asalariados privados y públicos registrados y la otra mitad son informales –entendidos como cuentapropistas y asalariados no registrados–, en la dinámica que traía antes del coronavirus, esta estructura venía empeorando, o sea, creciendo la informalidad.

En enero de 2020, se instrumentó el Plan de Argentina contra el Hambre para brindar un suplemento económico a las familias en situación de pobreza que les ayude a comprar alimentos. El criterio de elegibilidad fue familias que ya eran receptoras de la Asignación Universal por Hijo (AUH). El sentido común hubiera indicado que a los elegidos le harían la transferencia a la cuenta bancaria donde ya se recibe mensualmente la AUH. No. En su lugar se decidió juntar en los municipios a las personas pobres para entregarles en mano otra tarjeta. Es el arcaico método con que se gestionan los planes asistenciales: el beneficiario debe observar con sus propios ojos quién le está brindando la ayuda asistencial. Una transferencia bancaria no sirve para esto.

En este marco de alta informalidad, se entra en pánico por el tema del coronavirus a nivel mundial y se decide ir hacia un confinamiento “a la europea”. Esto es, todo el mundo se debe encerrar en su casa y después se verá cómo se les ayuda financieramente. El punto es que ante tanta informalidad prevaleciente, tanto en el mercado laboral como en la gestión de la política asistencial, mucha gente no puede confinarse sin salir a trabajar o buscar la ayuda que el Estado le suele dar en la mano.

De aquí que pasó que los jubilados rompieron el confinamiento (aun cuando es por ellos que todo el mundo tiene que estar encerrado) porque no están bancarizados y cobran en efectivo, y se mezclaron con los beneficiarios de la ayuda social del confinamiento que fueron a buscar su efectivo. En paralelo, la empresa Google emite un reporte sobre movimientos en lugares de trabajo por provincia. Cruzando estos datos con los de la encuesta de hogares del Indec que mide los niveles de informalidad por provincia, surge que en Ciudad de Buenos Aires, donde la informalidad se ubica en el orden del 30%, el ausentismo laboral durante al confinamiento fue del 66%, mientras que en norte argentino, donde la informalidad es del 53%, el ausentismo por confinamiento habría sido del 46%. Son indicios de que a los informales les cuesta mucho mantener un confinamiento porque no tienen una fuente estable de ingresos. Tiene que salir a buscar la supervivencia.

Estos 24 días de confinamiento que se cumplirá el 12 de abril dejan como enseñanza que, en una sociedad donde el mercado laboral y el Estado se manejan con tanta informalidad, es imposible mantener un confinamiento estricto. Surge entonces la dicotomía de que primero está la salud y luego la economía. Lo cual es falso.

Lo que se está priorizando no es la salud, sino el criterio médico. Ante el desconocimiento (a nivel mundial, no sólo en Argentina) de cómo es la dinámica del contagio, el consenso en la comunidad médica internacional se inclinó por encerrar a las personas asintomáticas. Pero si este criterio se mantiene, el propio remedio va a empezar a erosionar la salud de las personas.

Se lo va erosionar por la vía de la salud mental, la falta de actividades recreativas (como caminar, correr, andar en bicicleta), la intensificación de adicciones o hasta violencia familiar, y una deficiente alimentación por falta de ingresos. En otras palabras, priorizar la vida, no sólo requiere de consejos médicos, también necesita que la economía del hogar funcione. Para que ella funcione, hace falta que la economía de la comunidad funcione.

La situación laboral y social de todo el país marca la importancia de avanzar rápidamente hacia una flexibilización ordenada del confinamiento. No se trata de relajarse ante la pandemia sino de pasar de una primera fase (empujada por el pánico más que por el raciocinio) hacia otra de conductas responsables donde la gente aprenda a cuidarse y cuidar al otro, respetando las normas de distanciamiento.

Mantener el confinamiento estricto conlleva el alto riesgo de que se produzca un desconfinamiento espontáneo y anárquico como el que se produjo con los jubilados.

Por: Jorge Colina – Economista Jefe de Idesa – El economista